Influencia del modelo económico en la sociedad
Escrito por: María Fernanda Castro López
En nuestras ciudades el espacio responde a los intereses políticos de quienes nos gobiernan y no se toma en cuenta a
las personas, razón por la cual el ciudadano se siente ajeno a los procesos de la ciudad y la percibe como una ciudad
agresiva, sucia e inaccesible.
La definición del “derecho a la ciudad” de Lefebvre es el planteamiento de lucha urbana
donde se trata de reformar las expresiones espaciales del dominio financiero y recuperar la ciudad como un espacio
público que por definición es incluyente y libre.
La capital de Honduras, Tegucigalpa, fue fundada debido al arribo de mineros que se establecieron cerca de los yacimientos de “vetas de plata” y que fue explotada con la llegada de los españoles a partir del siglo XVI. Razón para
interpretar el nacimiento de Tegucigalpa en pro de intereses financieros convirtiéndose en la capital del país, el 30 de
octubre de 1880 durante la presidencia de Marco Aurelio Soto. Durante la dictadura de Tiburcio Carias Andino (1932-
1943) la ciudad y su arquitectura se levantaron para demostrar el poder del gobierno en facto, a través de múltiples
edificios se dió el reflejo de una marcada institucionalidad acompañada de identidad nacional por medio del Estadio
Nacional, El edificio de Telecomunicaciones, El Monumento de la Paz en el cerro Juana Laínez, El Parque Nacional El Picacho, El Ministerio de Salud etc. Lefebvre (1974) subraya esta paradoja en su libro la producción del espacio: “el hecho
histórico mal esclarecido de que las sociedades muy opresoras fueron muy creadoras y muy ricas en obras.” (pág. 20).
La arquitectura fue instrumentalizada a partir de gobierno de Carías como un acto de presencia, poder y manipulación
del pueblo. Como toda capital, se convirtió en el principal centro administrativo y financiero del país razón por la cual la
expansión económica y los conflictos internos promovieron la emigración del campo a la ciudad en busca de mejores
oportunidades especialmente entre los años de 1950-1970 con el exorbitante número de construcciones en la periferia
de la ciudad.
La orgullosa verticalidad de las casas-torre, de los edificios públicos y, sobre todo, de las construcciones estatales, incluye en lo visual una arrogancia fálica o más bien falocrática. “El propósito de este despliegue es exhibirse, dejarse
ver, pero con la intención de que cada espectador perciba ante todo la autoridad.” (Lefebvre, 1974) Desde la política
partidaria cada gobierno ha trataba de borrar las huellas del gobierno pasado sin darle continuidad a los proyectos a
nivel de ciudad, lo que nos ha impedido tener un desarrollo integral con visión a futuro.
La ciudad no fue planificada desde el comienzo para ser la capital del país y mucho menos para abarcar gran cantidad de pobladores por sus condicionantes físicas. Con la vigencia del modelo económico neoliberal en 1990, durante
la presidencia de Rafael Callejas, comienza un proceso de desarrollo descendiente, donde no se le consulta a la ciudadanía como quieren la ciudad y se rechazan peticiones para la mejora en conjunto continuando en la actualidad.
Si bien es cierto tenemos derechos suplementarios del derecho a la ciudad, como derecho a la propiedad, derecho a
la asociación, derecho a la vivienda etc... La ciudad se constituyó por los pequeños grupos de poder económico y político, donde ellos como tal enmarcaban como seria la ciudad, dejando a un lado la opinión de las grandes mayorías.
Si desde el comienzo, la ciudad y la política vernácula han estado íntimamente relacionadas la participación ciudadana es un punto clave adentro del desarrollo de las mismas. Entendemos dentro del marco social que una sociedad
es activa en función de las actividades de negociación, comercio, relaciones sociales y demás acciones donde dos
o más personas se pongan en acuerdo para llegar a uno o diferentes fines.
Dentro de estas actividades de relación,
Lefebvre (1968) menciona a los ciudadanos libres como “personas liberadas de la lucha de clases asociados libremente para la gestión de la comunidad” (pág. 165). Partiendo del concepto anterior, podemos definir la participación
ciudadana como un mecanismo de toma de decisiones y escucha de propuestas para alcanzar un objetivo en común.
La falta de apropiación de los espacios de construcción social por parte de la población, ha sido uno de los muchos
problemas que como comunidad hondureña tenemos, convirtiéndonos a la misma, en personas desinteresadas de la
realidad que vivimos a diario en el país.
Si bien es cierto existen programas fomentados al desarrollo integral de una
comunidad, una parte fundamental radica en la participación activa de los habitantes de esa comunidad, dejando a
un lado la crítica y opinión de ellos, marcando así brechas sociales por falta de comunicación y empoderamiento por
parte de la mayoría al no tener condiciones “políticamente” iguales.
Crecemos entonces, como una ciudad carente de
identidad, así como, carente de conciencia ambiental, conciencia cultural y conciencia económica, y a vista de que
son caracteres inexistentes en la ciudad, nos volvemos socialmente vulnerables en todos los aspectos.
Se concluye que la cultura impuesta por el modelo económico Neoliberal no nos permite avanzar hacia el ejercicio
del derecho a la ciudad pues no somos parte del proceso de decisión y por ende no logramos contribuir a crear una
ciudad para todos.
El espacio urbano donde nos desarrollamos es inaccesible, inhabitable y muy vulnerable por que
comenzó a desarrollarse sin tomar en cuenta al ser humano y mucho menos sus necesidades, al omitir la palabra de las
personas como prioridad. Se observa el reflejo de lo anterior con los cabildos abiertos en el Distrito Central, que surgen
a partir de quejas y no como una herramienta de participación ciudadana para la concepción de una ciudad inclusiva.
La cultura individualista en la que nos vemos inmersos, no nos permite avanzar en conjunto por sobreponer los intereses personales de los intereses comunes; al no existir espacios públicos nos encerramos en nuestros barrios y colonias
con poco o nulo interés de lo que pasa alrededor, resaltando a la ciudad como el contexto inmediato. Debemos de
minimizar el pensamiento individualista para empezar a crear espacios de construcción político-social inclusivos que
funcionen como instrumento de la participación ciudadana y comenzar a construir una sociedad socialmente justa, sin
miedo a las estructuras de poder para fortalecer la ciudadanía especialmente en adolescentes y jóvenes. La cultura
de la ciudad debe de cambiar si queremos convertir a la misma en nuestro hogar público, accesible para todos bajo
el concepto de que nadie se quede atrás.
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